MONS. HUMBERTO MEZA ROJAS
19 septiembre 1920 - 20 febrero 1992
Hijo Ilustre de Linares - 1991

 

Mons. Humberto Genaro Meza Rojas, el colaborador más leal del Obispo Moreira, de quien era Vicario desde el segundo semestre de 1952. Como en esos años en el Obispado no había Vicario General, cuando tenía que ausentarse Mons. Roberto Moreira siempre lo dejaba “con todos los poderes” designándolo de palabra, excepto cuando lo nombró Vicario General el 18 de octubre de 1953 “por el término de un mes”.
A la muerte del Obispo Moreira fue elegido Vicario Capitular, y después que llegó a la Diócesis Mons. Salinas pasó a ser formalmente Vicario General desde el 18 de abril de 1959, cargo en el que siguió con D. Carlos Camus Larenas hasta que el Señor lo llamó a su presencia el 20 de febrero de 1992.
Mons. Meza Rojas, nacido circunstancialmente en Osorno; de familia sanjavierina, pasará a ser uno de los sacerdotes más representativos de nuestra Iglesia Diocesana. Poco después de la primera sesión del  Concilio Vaticano II, fue nombrado Prelado Doméstico de Su Santidad, título honorífico que recibió con  gran humildad.
Víctima de un penoso cáncer al cerebro, falleció el 20 de febrero de 1992 Mons. Humberto Meza Rojas, Vicario General del Obispado. Al momento de su deceso, el Ilustre Prelado había cumplido 71 años, de los cuales dedicó 37 al sacerdocio con extraordinaria generosidad y sencillez.
“Fue un gran regalo de Dios para nosotros”, dijo el nuevo Vicario General P. Silvio Jara, mientras una inmensa muchedumbre lo acompañaba a pie hasta el Camposanto. Luego de la Solemne Misa de Funeral, concelebrada en la Catedral por los Obispos Carlos González, titular de Talca y Presidente de la Conferencia Episcopal; Alejandro Goic, Obispo Auxiliar de la Diócesis vecina; Carlos Camus, de Linares, el Clero de la Diócesis y Autoridades Provinciales y locales, quienes lo despidieron con emocionados discursos en la Plazoleta del Cementerio Católico linarense.
Nació en Osorno el 19 de septiembre de 1920. Hijo de D. Gustado Meza Amaro y doña Carmela Rojas Rivera. Fue el tercero de seis hermanos, cuatro de los cuales fallecieron poco después de venir al mundo.
Le acompañará en su vida su hermano Teobaldo, también nacido en Osorno. Hasta allá fue trasladado su papá, poco después de casarse, como empleado de la Caja Nacional de Ahorros. El joven funcionario contrajo un mal incurable, retornando a San Javier poco antes de morir, dejando a su esposa y sus pequeños hijos en la casa quinta de la familia.
La mayor parte de la infancia del Padre Meza transcurrió en San Javier, en el ambiente campestre que se gozaba en nuestros pueblos a principios del siglo XX. Allí creció bajo el atento cuidado de su madre y la severa mirada de su tío Eduardo, quienes -cuando advirtieron que estaba por entrar en la difícil etapa de adolescente-, rogaron al Cura Párroco  Roberto Burgos que lo guiara. Lo incorporó al grupo de acólitos, y después recomendó que su madre lo pusiera a estudiar en el Instituto Linares, donde despertaría su vocación a la vida consagrada.
Niños criados entre los mimos de unas tías, los hermanos se convierten en pandilleros incorregibles. Corrían por la calle jugando con otros mocetones o armando verdaderas reyertas a piedrazos y garabato limpio. Así, corpulento y “bien hombrecito”, le cayó en gracia al Obispo Juan Subercaseaux, que lo mandó al Seminario de Concepción.
Lo más terrible para el joven estudiante llegó el día en que le impusieron la sotana: traje negro apollerado, vestimenta obligada de los clérigos de la época. Las continúas burlas de sus condiscípulos, no alcanzaron a prepararlo, porque cuando viajó de vacaciones por primera vez a su terruño fue protagonista de una memorable pelea en la Estación de Ferrocarriles.
Lo esperaban sus familiares y cuál no sería la sorpresa de todos, al verlo bajar del vagón trenzado a combos con uno que le acababa de lanzar una broma; a propósito de la nueva indumentaria con que llegaba. Allí fue bautizado como “El combito” y se sabe que -en otras ocasiones- volvió a hacer honor a su apelativo, cobrando fama de ser bueno para el puñete.
Ordenado de Sacerdote el 22 de abril de 1945 por Mons. Roberto Moreira Martínez, encontró en este Obispo campechano un modelo al que trató de imitar al máximo, al punto que sus compañeros dirían; sin equivocarse “que le había aprendido hasta el tranco”. Él lo dejó como Inspector en el Instituto Linares y el 17 de julio de 1946 lo nombró Vice-Canciller de la Curia y Vice-Secretario de Cámara y Gobierno hasta el 16 de marzo de 1950, en que lo nombró Párroco de Nirivilo. Al año siguiente le encargó además la Parroquia de Huerta de Maule.
Por mucho tiempo se recordará al Cura Meza, galopando a caballo, bajo la lluvia o a todo sol, llevando los auxilios divinos a su feligresía. Y quizás por esos lados nunca perdonarán al Obispo por habérselos ido a quitar para destinarlo a la Curia como Secretario Canciller, el 5 de agosto de 1952. Desde entonces su imponente estampa fue habitual en la ciudad de Linares. Al partir Mons. Moreira al Perú, lo dejaría a cargo del Obispado “con todas las facultades”. Años después lo sucedería como Vicario Capitular. La lealtad que brindaba fue de inmediato reconocida por los dos Obispos siguientes, quienes lo tuvieron siempre como Vicario General.
Servidor de todos… Largo tiempo fue profesor del Liceo de Hombres de Linares, Director Diocesano de CARITAS, y Capellán del Hogar de Ancianos “Sagrado Corazón”, cargo este último que después cambió por el más sacrificado de Capellán del Hospital Base, y que siguió desempeñando; aunque se le agregara -desde el 4 de julio de 1967- tener que atender la Parroquia del Sagrario. Siempre disponible y con el mejor ánimo. Su espíritu sacerdotal no desteñía, a pesar de su enfermedad; acompañaba la vida de las capillas rurales y volvía feliz de Nirivilo y Huerta de Maule; Estación Villa Alegre, a donde estuvo viajando por más de 25 años, partiendo desde Linares en bicicleta para la Santa Misa.
“Sin duda llegó a ser el Sacerdote más querido y respetado que ha tenido Linares en la segunda mitad del siglo XX”. Así quedó reflejado -en dos momentos-, en marzo del año 1991 cuando la Municipalidad le otorgó el honroso Título de “Hijo Ilustre” de Linares, y en su multitudinario funeral, el sábado 22 de febrero de 1992.
Será difícil olvidar a este hombre de tan magnánimo corazón solidario; llamado a las investiduras más honrosas y también identificado con los más sencillos.
Linares honra su memoria con una Población; que lleva su nombre en el sector Nuevo Amanecer, Salida al Huapi, y la Diócesis levantó un edificio -calle Freire- para recordarlo; inaugurado por el Nuncio Apostólico Mons. Luigi Ventura, en abril del año 2000.

 

MANUEL QUEVEDO