JANUARIO ESPINOSA DEL CAMPO

 

 

Nació en la localidad de Palmilla, a 15 kilómetros de Linares, un 11 de marzo de 1879.  Falleció el 7 de febrero de 1946, a los 67 años y sepultado en el Cementerio General de Santiago. Sus padres eran campesinos y fueron José Santos Espinosa y Delfina del Campo, con dos hijos, él y su hermana Luisa.

Según una biografía escrita por Enrique Chacón Tapia: “sus primeros años los pasó en ese ambiente campesino, para trasladarse posteriormente la familia a Linares, asistiendo Januario a la Escuela de Primeras Letras de ese lugar, por dos años. Su afán por la lectura, se despertó siendo niño y así logró educarse por si sólo y con la ayuda de su madre”.

Fue  un autodidacta formidable, abarcando diversos campos del conocimiento y la cultura, todo lo cual encontraba en su persona  fácil cultivo, producto de su inteligencia superior, que pudo expresarse como escritor, periodista, traductor y charlista en Universidades.

 

La educación de entonces

Januario Espinosa tuvo sólo la enseñanza de las primeras letras, que se impartía en ese entonces, en todas las Escuelas Primarias (dos años); pues en 1920 fue dictada la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, que la extendió a 4 años, es decir cuando ya tenía 41 años y sin las posibilidades, como es ahora, de continuar estudios regulares para completar la primaria, secundaria e incluso universitaria.

         Hago estos alcances para valorar su personalidad en el contexto social de entonces, pues al no acreditar estudios habilitantes, no alcanzó otras dignidades en el servicio público, en la diplomacia y universidades; pero su natural talento, lo llevó por el camino paralelo, superando expectativas como lo fueron en las letras y el periodismo, dictando conferencias sobre Literatura Americana en Universidades;  dominó tres idiomas , alcanzando  niveles insospechados para un provinciano modesto, con segunda preparatoria.

 

El autodidacta

Buscando horizontes se radicó en Santiago en 1896, a los 17 años de edad, ingresando como funcionario menor en Correos y Telégrafos del Estado, servicio al que perteneció hasta acogerse a jubilación en 1927. Fue un eximio telegrafista y nada de esta disciplina le fue desconocida, cuyos conocimientos, competían con los mejores técnicos que poseía dicho servicio.

Alcanzó una cultura superior y nunca hizo ostentación de ella, aparejada con sus dotes oratorias. Logró dominar a la perfección el inglés, francés y el italiano, efectuando traducciones al castellano, para editoras de libros, sin tacha alguna. No olvidó su terruño e iba a Palmilla, como a los lugares campesinos de la zona. Era muy apreciado como persona y por su cultura, por la familia Chacón del Campo, en cuyas casas residía cuando venía a Linares.

Linares hizo justicia a su trayectoria, designando la importante arteria, al lado oriente de la línea férrea, con su nombre y quizás el mejor homenaje a su memoria, sea el hecho de haber designado también a la Escuela de Palmilla con esta denominación.

        

Su familia y otras actividades

 

Fue uno de los socios fundadores, más entusiastas, que tuvo el “Centro de Hijos de Linares” en Santiago, con importante actividad hasta 1960, desarrollando por más de 35 años una labor cultural y societaria no igualada hasta ahora, que presidía ese otro destacado linarense, Ingeniero Agrónomo, Historiador y creador de la Revista “Linares”, que fue Julio Chacón del Campo.

Casó en primeras nupcias con Marta Carvajal González en 1908, con quien tuvo a sus hijos Clemencia y Víctor Hugo, ambos Profesores y Catalina (fallecida).  Al  enviudar, contrajo matrimonio con la Poetisa Mila Pincheira Oyarzún, sin descendencia, radicándose en San Bernardo.

Militante del Partido Radical, llegando a ser miembro de su Directiva Nacional, destacándose por su visión política, amplio criterio y dotes de orador  “defendiendo los principios del amor a la vida, la educación del pueblo, la justicia social y la solidaridad”.

Sus funerales fueron una demostración de pesar y reconocimiento expresados por los numerosos discursos en el Cementerio General de Santiago, por personalidades de la Sociedad de Escritores, periodistas, la prensa nacional, de Correos y de su Partido Político.

La Misa Fúnebre fue oficiada por el Capellán de la Escuela Militar Bernardino Abarzúa, formidable orador, otro linarense y también su amigo de toda una vida.

 

Su obra literaria

Su primera obra fue “Cecilia” (1907), con varias ediciones y escrita por su autor a los 27 años, con favorables críticas. Le siguió “La Vida Humildemente” (1914); las Inquietudes de Ana María (1916); “El Juguete Roto” (1917); “La Muerte Misteriosa de Marine” y “La Señorita Cortés Monroy” (1928); “Un Viaje con el Diablo” (1930); “Pillán” (1934); “Figuras de la Política Chilena” (1940), editada en un primer tomo; “Como se hace una Novela y la Carrera Literaria” (1941); “La Cuidad Encantada” (1942); “Don Manuel Montt” (1943) y el “Abate Molina” (1945), ambas obras con un extraordinario Prólogo del Historiador Francisco Antonio Encina.

 

El periodista

Su pluma ágil, pulcra y culta destacó a nivel nacional y fue editorialista privilegiado de los principales diarios, como es caso de “El Mercurio”, cuyo propietario y Director Agustín Edwards, lo distinguía por sus dotes naturales de periodista y de su certera visión del país, de los hechos políticos y sus acontecimientos.

Desde 1910 a 1921 fue el principal Columnista del diario “El Ilustrado” de Santiago, con el célebre seudónimo de Julián Doble. Redactor de revistas de circulación nacional como “Sucesos”; “Zig-Zag” y “Atenea”; de los diarios “El Mercurio”; “Las Ultimas Noticias”; “El Sur” de Concepción y la “Discusión” de Chillán; el “El Heraldo” de Linares, “La Mañana” de Talca y en la Revista “Linares”.

En 1927 fue Director de la Revista “Corre-Vuela”, colocándola en poco tiempo, en un alto nivel cultural y de preferencia del público.

 

 

Su modestia

Su prematuro fallecimiento le impidió ascender al Premio Nacional de Literatura, que por primera vez fue otorgado en 1942 y recibido por Augusto D´Halmar, estando en la lista de los postulantes, manifestando “que había que ser justos y otorgarlo al mejor de los mejores”. Según sus biógrafos “nunca pasó por su mente alcanzar tan alto honor”, pues su excesiva modestia, empañó siempre su natural talento, dotes de escritor y amplia cultura.

Nunca hizo ostentación y menos utilizó la estimación que le brindaron los Presidentes de Chile Arturo Alessandri Palma, Pedro Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos, a quienes entrevistó, por encargo de los principales diarios nacionales. Tampoco hizo uso del aprecio que tenían por él altas dignidades del Estado y el Parlamento.

 

Conclusión

¿Cuál habría sido su destino, de este hijo de modestos campesinos, con dos años de estudios primarios, si en su tiempo hubiese tenido las oportunidades que hoy existen, a la luz de esta breve reseña biográfica, con su talento y natural inteligencia, que los desarrolló como autodidacta, sin estar exento de las obvias dificultades del medio social de la época? Con toda seguridad habría brillado, aun más con luz propia, en las letras nacionales y hasta mundiales.

La  Revista “Linares”, en su N° 89 dice: “No fue un hombre de fortuna, por cuya razón no pudo obtener un título universitario. No fue Ministro de Estado, como lo fueron muchos de sus correligionarios a quienes ayudó con su asesoría; no viajaba a Europa;  no se le llamó a ocupar un asiento en la Academia Chilena de la Real Academia Española; no tuvo la dicha de recibir la gratitud de tantos a quienes él glorificó; sin embargo, donde quiera que actuara nunca olvidó la ciudad de su cuna, ni jamás dejó de ensalzarla en sus obras como en sus discursos”.

 

 

Raúl Balboa Ibáñez

                                               

 

 


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