La Mona de la Plaza

 

Originalmente la estatua -familiarmente llamada "Mona"- estaba emplazada en la  Alameda; forjada en hierro, representaba la reina de las aguas, pero su fisonomía no estaba en relación con su nombre, porque esta reina habría estado mejor representada por una sirena. La mujer está vaciando de una cántara -a la copa de un bebé- el líquido de sus dominios. Sin duda alguna que un exponente de tal valor, en una ciudad de provincia, dañaba el pudor y parecía ser un sacrilegio mirar siquiera una mona desnuda, aunque fuera de fierro.

 

La plaza, de aquel entonces, estaba cerrada con gruesas cadenas de hierro y en el centro había un kiosco donde se efectuaba la repartición de premios a las escuelas y se hacía la fiesta del palo trenzado el 18 de septiembre. Presentaba jardines con plantaciones de naranjos, una hermosa pila al centro y un gran espacio entre los árboles, donde se efectuaba la parada dominguera del Batallón Cívico, cuya banda llamaba la atención, cuando desfilaba por el pueblo. (Estanislao Insulza Quintana, Secretario; luego Intendente de la Provincia. R. LINARES, 1941 y 1945).

 

 

El área de la plaza perfilaba un conjunto de edificios de buen estilo. Con un trazo de estilo antiguo, presentaba una característica -respecto de otras plazas-, puesto que desembocaban a ella doce calles: Independencia, Kurt Möller (antes Constitución), Manuel Rodríguez (antes Comercio) y O’Higgins; de las cuales cuatro calles cortas) con una cuadra de longitud, que nacen del centro de cada uno de sus costados: Linares de Jaén (antes 5 de mayo; luego 5 de abril), Quilo, Sotomayor y Curapalihue.

 

Una nota de mérito artístico revelaba en esa época la estatua, en que Linares ponía un matiz de arte en sus actividades, exhibiendo en algunos paseos públicos exponentes de un valor cultural, como las figuras de animales que había en la plaza de armas y una estatua en la Alameda de las Delicias. Cuatro leones y dos perros de auténtico mármol, ubicados en la plaza, representaban el símbolo de la fuerza y de la fidelidad de la fauna.

 

En un sector femenino de la sociedad, prendió la idea de retirar la mona de la Alameda y llevarla a un lugar donde no mostrara su cuerpo (“tan a lo vivo”, decía doña Milagro Novoa, autora de la idea;) a cuya influencia se debió que la mona fuera retirada de su sitio. Esto no agradó a la mayor parte del pueblo y -un buen día- una poblada se dispuso rescatar la mona y reponerla en su lugar. Tuvieron éxito, y en procesión se llevó la mona de la alameda, reponiéndola en su primitivo estado.

El parlamento del pueblo acordó que una legión de honor montara guardia alrededor de ella, vigilando día y noche. Estos acontecimientos tomaron un carácter, que influenciaron al Alcalde Benjamín Novoa, quien pidió a D. Guillermo Blest Gana, Intendente de la época, los medios para reconquistar la mona; llevándola cautiva a la Casa Consistorial y designándole un vestíbulo como celda de prisionera, en el entrevés que hacían las dos escalas que daban acceso a los altos de la Intendencia y la Municipalidad.

 

La discutida estatua, reina de las aguas de Linares, pasó a depender de las autoridades administrativas de la provincia, puesta en un recinto que no correspondía a su dignidad y privaba al pueblo de uno de los valores del arte. La Alameda adquirió un aspecto sombrío y el sitio que ocupaba, con su desaparición, pasó a ser un manantial de aguas detenidas.

 

Desde el primer día de cautiverio en la Intendencia, tuvo por carcelero y vigilante al portero de las oficinas y antiguo servidor municipal, D. Ezequiel Tillería. Protagonista de esta odisea histórica fue la estatua de la Alameda de Linares, en aquellos años en que todavía este pueblo, como muchos otros; manso de corazón, no aceptara con valía intrínseca que correspondía diferir a esos valiosos objetos de arte que habían llegado a su seno de forma inesperada.

Tanto la estatua citada, como los seis leones y perros eran trofeos de la guerra del 79, traídos al país por los señores Dionisio Vela, mayor de ejército, Juan Manuel Frías y Vicente del Solar, el año 1894; siendo Intendente de la Provincia D. Narciso Tendreau.

 Son estos monumentos de arte, un timbre de honor para Linares, porque pocos pueblos del país conservan reliquias de esta naturaleza; que hoy la ciudad exhibe con orgullo -en su moderna plaza de armas-; cuya historia se escribe cada día por todos quienes habitamos esta noble tierra linarense. (Bibliografía: “Las calles de Linares” y “Revista LINARES”, de la Sociedad Linarense de Historia y Geografía. Fotografía: mona de la Plaza de Armas).

 

Manuel Quevedo Méndez

 

 


Fotogalería: LA MONA DE LA PLAZA

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