ALAMEDA VALENTÍN LETELIER

 

La formación de la primera Alameda se inició en 1843, adquiriendo su fisonomía de tal con las plantaciones que han hecho los señores Juan Cruz Benítez y Anselmo Tapia de los álamos recibidos de D. Antonio Mendiburo, vecino de Loncomilla. El trabajo no fue difícil, pues a una simple invitación del Cabildo, varios vecinos acudieron con yuntas de bueyes a emparejar el terreno donde debían plantares los álamos. (1844, R: LINARES, Nº 69 y 70).

Esta primera Alameda de Linares fue formada por álamos piramidales, que  se mantuvieron hasta 1889, época en que fueron cortados para reemplazarlos por encinas. Ese año fue renovada por primera vez, cortándose los álamos plantados el año 1844. Se sustituyeron los árboles piramidales -mayor mérito de la Alameda- por las encinas.

 

Felizmente, en el Ilustre Cabildo de 1889, algunos ediles linarenses, sin temor de ser considerados retrógrados, no permitieron  que se derribaran totalmente los álamos de la Alameda, dejándose una hilera de álamos piramidales en la cuadra correspondiente entre Chacabuco y Comercio (Manuel Rodríguez, de hoy).

En agosto de 1933 se derriban las encinas, del resto de la Alameda, ya que en  1932 se habían sacado las encinas de la primera cuadra del lado poniente (frente al actual Cuerpo de Bomberos); colocándose, esta vez, plátanos orientales y sin que nadie haya levantado la voz para mantener la tradición de contar con álamos en una Alameda.

 

Con la transformación de la Alameda, se hizo desaparecer el antiguo Parque de los Bomberos (frente al actual edificio de Carabineros) y se dejó únicamente -como recuerdo- la misma pileta que existía antes.

La formación de un nuevo parque, cuyo trazado quedó a cargo de José Vittone, continuó con la siembra de pasto y arreglo de los bancos de cemento y los alrededores de los mismos. Enero de 1934, primera quincena del mes, el Parque de la Alameda recibió los últimos retoques de su transformación. Hay un registro, en la base de uno de los leones existentes en el lugar (frente al Colegio Amelia Troncoso).

A mediados de mayo de 1934 se hizo desaparecer el Parque español, formado en el extremo oriente de la Alameda, y se inició la construcción de una plaza de juegos infantiles, con varias glorietas y una cancha de básquetbol.

 

Y poco antes del 15 de junio de 1934 fueron arrancadas las únicas cuatro palmeras que se habían librado del filo del hacha y que bien pudieron haber quedado como recuerdo del histórico Parque de los Bomberos; en lugar de ellas fueron plantadas otras -débiles y raquíticas- que, para adquirir el desarrollo de las anteriores, tendrán que pasar todos los años que restan del presente siglo (ácida crítica de la R. LINARES).

Es así que la transformación de la alameda de plátanos orientales continúa instalándose (28 de junio de 1934) en el sitio que ocuparon las cuatro nuevas palmeras, dos leones de mármol que permanecían desde hace algunos años, en los jardines del antiguo Hospital (Valentín Letelier, entre Januario Espinosa y Carmen).

“Fuera de algunos prados verdes, no se ven árboles que purifiquen el aire; den sombra y solaz al transeúnte que venga al pueblo en busca de salud y satisfacciones espirituales. Se impone, con urgencia, la pavimentación, aunque sea con arena gruesa o maicillo, y, además, para que los árboles no demoren largos años en crecer y se desarrollen bien, hay que regarlos con mucha frecuencia, especialmente si son plátanos de la India, que requieren mucha humedad”

 

“No hay en Linares otro respiradero que su solitaria Plaza de Armas, y es la verdad, porque si tiene otro con el nombre de Alameda, este todavía es un remedo de ella en su estado actual incipiente. No se ve allí  un alma, únicamente el solitario busto del que fue un sabio amante de la naturaleza (Abate Molina); que parece estar lamentando la pérdida de lo que existía con el verdadero nombre de Alameda, con altísimos y frondosos álamos. (Afelio Verde-Ramo del Castillo, Tomo 2, p. 29, marzo 1936).

 

En 1850 cuando  este paseo estaba en formación, nadie pensó en su extensión, pero en las actuales circunstancias (1939) esto es imposible por los enormes caudales públicos en juego. Una alameda de Linares a San Antonio significaría uno de los progresos más grandes para Linares por calles Maipú, Porvenir o Bellavista, hacia el oriente (propuesta de R. LINARES).

Las elecciones de diputados y senadores le dieron por muchos años a la parte de M. Rodríguez a Lautaro un aspecto digno de ser recordado. Allí se instalaban las mesas receptoras de sufragios y como la ley disponía (1915). En ocasiones, el tiempo solía producir grandes trastornos; a una mañana luminosa seguía una tarde de lluvia torrencial, y entonces había que partir con registros y todo a una casa vecina a continuar la elección. Por lo mismo, después de 1928 estos actos se verificaron en el Liceo y luego en la Escuela de Artillería.  (Extraído de Las calles de Linares).

 

Hubo poco ambiente para un contraproyecto de los regidores de 1939; que se oponen al cambio de nombre, propuesto por el Alcalde, de Alameda de las Delicias, por Alameda Valentín Letelier (R. LINARES, Nº 27, p. 153).

Al sur de la calle Maipú se extiende la Alameda, de oriente a poniente, con cinco cuadras; bastante descuidada, pero bonita por su aspecto simétrico de sus plantaciones, con cuatro avenidas de álamos piramidales que daban en el verano una sombra excelente. Casi siempre las fiestas se celebraban en el lugar: las del Dieciocho y las carreras a la chilena los días domingos; que reunían numeroso público (R. LINARES, 1940).  

 El 7 de febrero de 1941 hubo retreta en la Alameda, con lo cual se restableció la antigua costumbre de alegrar el barrio, de por sí muy silencioso y tranquilo. La retreta de esa ocasión la realizó la Banda de la Escuela de Artillería; en años pasados la tocaba el Orfeón Municipal, dirigido por el Maestro Villagra (1941).

 

En su primera cuadra, San Martín a Freire, presentaba en una cancha de tenis totalmente abandonada. La segunda cuadra, Freire a O`Higgins, igual a la primera. La tercera cuadra no tiene avenidas; allí se encuentra el ex Parque de los Bomberos, con una pileta al centro (actualmente remodelada), dos leones de mármol en sus costados (todavía en el lugar, pero muy rayados); dos estatuas pequeñas en la cuadra que abarca de O’Higgins a M. Rodríguez.

 

Manuel Quevedo Méndez

 


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